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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

www.surda.se

 

 

20-10-2016

Violencia en cadena

La joven Lucía Pérez, violada y asesinada en Argentina.

 

 


SURda

Argentina

Opinión

Por Martín Granovsky

 

 

Las protestas producen más impacto cuando se entienden fácil.

El #NiUnaMenos de ayer se entendió fácil: el objetivo era frenar la violencia.

El detonante fue la violencia extrema y macabra de los asesinos de Lucía Pérez, torturada, violada y muerta por empalamiento a los 16 años.

Toda violencia tiene una lógica detrás. Supone que la víctima no es una persona ni tiene derecho a ejercer su voluntad. Toda violencia contra una mujer en cuanto tal tiene la lógica de que esa mujer es una cosa de la que es natural apropiarse. Quienes mataron a Lucía se sintieron dueños de su vida. Por eso eligieron su muerte.

La violencia institucional o social tiene una lógica todavía más nítida. Mata –mataron las dictaduras, matan las policías bravas, matan las bandas, matan los parientes, matan los vecinos– por un imperativo estratégico de exterminio o por una cadena de violencias que incluye al Estado intermitente pero no termina en él, como descubrió el investigador Javier Auyero.

La muerte de Lucía Pérez colmó la paciencia, pero no despertó una reacción delirante como sucedió con el asesinato de Axel Blumberg, por ejemplo, cuando su propio padre decidió convertirse en bandera para bajar la edad de imputabilidad penal de los chicos. Es que ya había muchas agrupaciones y colectivos con alto grado de articulación y mucho debate previo.

La protesta es contra la violencia y apunta no tanto a una solución penal mágica sino a la prevención e, incluso, a la provisión de herramientas simbólicas y prácticas en defensa propia para las mujeres.

El camino no solo es largo. Es perpetuo. Como sucede en el movimiento obrero con la jornada de ocho horas, la naturaleza de la dinámica social tiende a extenderla. Mantener las ocho horas requiere una lucha permanente porque lo natural no es la emancipación sino la falta de límites.

Preservar la dignidad y la voluntad de las mujeres también va contra la corriente social de dominio, discriminación y hasta esclavitud.

Reducir drásticamente la violencia, y sobre todo la violencia extrema consumada en el asesinato, es un gran desafío que merece ser transitado, como ayer, con inteligencia. No pone a la sociedad solo contra los monstruos, como si fueran ajenos al género humano, sino contra su propio espejo.

martin.granovsky@gmail.com

 

 

 

Miércoles negro

La carta del hermano de Lucía

 

Matías Pérez*

Emotiva carta del hermano de Lucía Pérez, la joven argentina de 16 años cuyo asesinato derivó en el primer Paro Nacional de Mujeres celebrado ayer, 19 de octubre, en Argentina con gran repercusión mundial.








La verdad, me hubiera gustado poder ilustrar esta carta con alguna foto mía, riendo junto a mi hermana. O con una foto suya, abrazada por mis viejos. Pero no, no podemos, ni siquiera eso podemos, porque mientras intentamos procesar que la mataron y cómo la mataron, estamos obligados a procesar las amenazas de muerte que caen sobre todos nosotros.

¿Cómo era Lucía? Como el arte, como el rock, como el amor a los animales. Ahí, en cada estrofa de Viejas Locas, en cada pogo ricotero y en cada abrazo a una mascota abandonada, la van a poder encontrar siempre, sonriendo, mimando a su perro y tirando buena onda para todos lados, por las dudas.

Vivía tranquila, sin salir mucho de casa, hasta ese maldito sábado, 8 de octubre. Pasaron a buscarla cerca de las 10, cuando papá ya se había ido a su laburo. Y a las 15, cuando mi mamá llegó de trabajar, encontró el Facebook abierto en su computadora, junto al equipo de mate, porque sí, Lucía creía que iba a volver inmediatamente a su casa. Se la llevaron engañada.

  A las 18, una amiga me avisó que debíamos ir a la comisaría, porque mi hermana había sufrido un accidente. Nunca podría haber imaginado lo que me esperaba. Al llegar, con mi mamá, la oficial que nos atendió no sabía qué decirnos, de modo que permanecimos diez eternos minutos en la oficina del comisario, hasta que nos dieron la noticia. Y se nos cayó el mundo. Pedí reconocer el cuerpo, pero se negaron. Me rehusé a irme e insistí incansablemente, hasta que pude verlo: estaba en una camilla, con los ojitos entreabiertos, como acostumbraba a dormir.

Matías Farías, Juan Pablo Offidani y Alejandro Maciel, los tres sospechosos, hoy están detenidos. Pero no nos alcanza: queremos justicia en serio, que se investiguen todas las causas en las que están involucrados y que cada persona con información pueda ir a la Fiscalía para aportarla. Necesitamos apoyo, sin importar de quién, porque este caso nos compete a todos y no pertenece a ningún sector partidario: se trata de una chica, mi hermana, que murió de una forma horrenda.

Y debemos ser conscientes, sí, porque esta vez le tocó a Lucía sufrir esa bestial violencia de género, pero la próxima te puede pasar a vos, o a la persona que más amás en el mundo. Hay que tomar fuerzas y salir a las calles, para gritar todos juntos, ahora más que nunca: “Ni una menos”.

Sólo así, evitaremos que maten a miles de Lucías más. Y sólo así podremos cerrar sus ojos, para verla descansar en paz.


*Matías Pérez: Hermano de Lucía, violada y asesinada en Mar del Plata. Nota producida y publicada en el Facebook de La Garganta Poderosa.

 

 

 

CRONICA DE UNA HORA EN LA QUE LAS MUJERES PARARON PARA DECIR BASTA

El mediodía en el que la ciudad cambió

 

Por Soledad Vallejos

 

Entre las 13 y las 14, el paro de mujeres se cumplió en la calle, en oficinas públicas, en negocios y escuelas. La rutina se detuvo para dar paso al ruidazo y las consignas.

 

Después de la hora del paro del mediodía, llegó la masiva movilización por la Avenida de Mayo, bajo la lluvia y con las mujeres vestidas de negro.

En cada estación, la conductora del subte H advertía: “por favor, señores pasajeros, tengan a bien cuidar sus pertenencias, pero también cuidar a sus mujeres, aun cuando no sean pertenencias. Muchas gracias”. Por la avenida Cramer, adolescentes vestidas con uniformes escolares caminaban aplaudiendo bajo la lluvia. En otra esquina, un grupo de veinteañeras coreaba “¡ni una menos!” y repartía papelitos caserísimos para compartir información sobre violencia machista. Por Palermo, grupos de mujeres que habían hecho un alto en sus trabajos daban la vuelta manzana munidas de silbatos, cantando, aplaudiendo; por el centro, trabajadoras de oficinas y organismos públicos cortaron alguna avenida y detuvieron, con sus ausencias, la rutina del día. El ruidazo y la previa de la concentración de la tarde se sintieron en los barrios, en el centro, en las redes sociales. Fue la banda de sonido de quienes hicieron una hora de paro para salir de sus trabajos y mostrarse en las calles entre las 13 y las 14, cuando Buenos Aires quedó poblada de escenas poco habituales.

De a ratos, el viento se convertía en tromba y embolsaba paraguas, impermeables, pelo. La lluvia caía persistente. En la esquina de Cabildo y Juramento, unas diez veinteañeras llevaban paraguas en una mano y papeles impresos en la otra. Al empezar la hora señalada para el paro de mujeres, dejaron todas juntas la empresa de informática en la que trabajan y se dirigieron a la esquina. “Hablamos con los jefes para arreglar algo y salir más temprano a la tarde, para ir al Obelisco. Pero para venir acá no pedimos permiso: hacer paro es nuestro derecho. Salimos y vinimos”, explicaba Rocío a este diario. Habían hecho algunas cosas más: en los días previos, habían convocado a conocidos y amigos para que las acompañaran en la misma esquina; algunos habían respondido y estaban allí, junto con señoras que habían visto el pequeño montón y se habían quedado. Todas aplaudían. De los cuellos de algunas de las chicas colgaban carteles impresos de manera tan artesanal como los papelitos que repartían a quien pasara: “cosificable”, “silenciable”, “vivas nos queremos”.

De mano en mano, desde esa esquina se iban volantes recortados de hojas A4. Contenían historias: “Serena Rodríguez tenía 15 años, fue apuñalada 49 veces y degollada el 23 de junio de 2014 con una navaja que contenía ADN de su ex”; “Suhene Carvalahes Muñoz. 26 años. Murió luego de 8 meses de agonía por la paliza que le dio su novio. El tipo está libre”, “A Jimena Hernández la violaron y mataron adentro del Santa Unión, el colegio que intentó encubrir el crimen. La causa se cerró sin acusados”; “Lucía Pérez, 16 años, MDP. Fue drogada, violada por al menos dos hombres, empalada. Quisieron hacerla pasar por muerta por sobredosis”. Otras líneas recordaban a Diana Sacayán, a Micaela Ortega, a Fernanda Charla, a Marilyn Méndez.

Sobre Niceto Vega, los ambos blancos asomaban desde debajo de pilotos y abrigos. Unas quince, veinte mujeres se habían plantado en la puerta del laboratorio de análisis clínicos, después de casi una hora de haber aplaudido y coreado consignas contra la violencia machista en la puerta, primero, y durante toda la vuelta manzana, en esa zona de Palermo, después. Bocinazos y silbatos acompañaban esos minutos. No todas ni todos habían podido salir, “porque en un laboratorio hay muestras, cosas que no se pueden dejar así nomás en cualquier momento”, pero sí eran cuantos habían podido. “Hay que participar, todos tenemos que hacer algo”, explicó Patricia, mientras el viento campeaba por la avenida y las voces de todo el grupo iban contando que no, la de ayer no era la primera vez que resolvían salir juntas a la calle en contra del machismo ni la primera vez que hablaban de eso como compañeras de trabajo. “Y también con compañeros, porque acá están dos, Jesús y Ezequiel”, advertía una de ellas, mientras señalaba hacia el fondo del grupo, casi contra la pared, para exhibir la evidencia de su afirmación.

Liliana, Vanesa, Andrea, Natalia, Lucía, Pato: los nombres volaban por el aire y se perdían entre las palabras, que eran muchas, urgentes, claras. “Hablamos siempre de estos temas, este año marchamos el 3 de junio. ¿Qué nos pasa que cada vez hay más mujeres muertas por violencia de género? Y es algo en lo que las mujeres también tenemos que ver, no solo los hombres”, decía una de las mujeres. “Nos tenemos que cuidar entre todos. Violencia no es necesariamente una trompada, no es solo eso”, acotaba otra. Una más añadió: “Y todo suma: las frases, las ideas. La cocina no es algo para las señoras, el día de la madre no quiere decir que haya que regalar una licuadora”.

Sobre las dos de la tarde, una más añadía: “El Estado tiene que asegurar a las mujeres que si te pasa algo, va a estar ahí para dar apoyo constante”.

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